miércoles, 18 de junio de 2014

Fuerte.

2 de la madrugada de un miércoles. Auriculares para aislarse del mundo. Se pregunta por millonésima vez qué pudo haber hecho en otra vida para que en esta le haya tocado padecer tanto sufrimiento. Acoso escolar, ostracismo, burlas...
Su infancia fue la típica de un chaval madrileño, nada reseñable, pero cuando llegó la adolescencia, su vida cambió. Comenzó a convertirse en el blanco de las mofas de sus compañeros, se vio forzado a aprender a una muy corta edad, que la vida era dura. Su psicólogo insistía en que tratara de ignorar a esa gente. ¿Acaso es fácil que un chaval de 12 años pueda ignorara la gente que trata de hundirlo? A pesar de todo, consiguió aguantar todo ese desprecio hacia su persona, que solo se daba por un motivo: por ser diferente, por no querer seguir al rebaño.
Algunos años después, comienza a darse cuenta de que, a pesar de todo por lo que ha pasado, ha conseguido sobrevivir. Esa gente cuya única motivación era hundir a ese chaval, está mayormente tirada en un parque, fumando porros mientras no encuentran trabajo por no tener una formación básica.
Nunca he pretendido transmitir una moral concreta ni nada por el estilo, pero hay veces en las que la fortaleza es lo único que te puede sacar de algunos problemas cuando los demás no hacen nada por ayudarte.

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